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De la nocicepción al dolor crónico

15 de febrero de 2018

Cuando, hace ya unos años, los fisioterapeutas nos empezamos a sentir aludidos por los avances en la neurociencia del dolor, aquello supuso una revolución. Y como de toda revolución, algún exaltado surgió, propugnando un uso indiscriminado de la educación en neurofisiología del dolor a todo paciente que, por cronología o incomprensión, catalogase de sensibilización central, algo que se reconoció como una forma maléfica de tener mucho dolor, y no da algo tan fisiológico como lo que por norma general es. Y es que el ser humano es a veces tan impresionable, que sin leer la letra pequeña más de uno ya sacaba la pancarta proclamando la panacea al dolor crónico.
De hecho, se empezó a pensar que la nocicepción era una categoría de dolor ya de poca importancia. Habiendo una forma mayor de dolor, con una neurofisiología tan compleja, para qué entretenerse atendiendo a algo tan poco emocionante como la nocicepción.
Supongo que esta tendencia fomentó una praxis moderna pero mal aplicada, y más de un paciente sufrió por ello fraguando su discapacidad, mientras su fisioterapeuta respiraba con aires de autosuficiencia, al pensar que sin levantarse de la silla y pasando a comportarse como un profesor impartiendo unas ideas recién adquiridas, la faena estaba hecha y conduciendo al éxito.

Quizás se debiera haber aprovechado el proceso de implantación de una nueva fisioterapia dirigida a pacientes tan complejos para, en vez de probar con aquellos que poco o nada estaban para experimentos, analizar qué había llevado a estas personas a esa situación desde una perspectiva más actualizada. Saber qué es más o menos normal en un sistema nervioso, qué ocurre en una experiencia nociceptiva, qué hay detrás del dolor neuropático, y como una neurofisiología maldaptativa puede hacer que el dolor sea cruel y desproporcionadamente injustificado, debería ayudar a optimizar el enfoque de cada mecanismo del dolor cuando así resultase necesario.
Reconocer cómo la nocicepción es bastante certera en cuanto a la proyección e intensidad del dolor, y las formas más discapacitantes de dolor dejan de serlo, podría ser un buen punto de partida. Así que si, conforme el dolor se hacía más disfuncional y persistente, la salud representacional del paciente empezaba a deteriorarse, parecía razonable, al menos desde mi punto de vista (y de algún que otro con cierto nombre como Lorimer Moseley, todo sea dicho), que intentar conservar la exactitud con la que el sistema nervioso central era capaz de mapear y representar nuestra anatomía y función, podría ser relevante.
Quizás la atención a la nocicepción debería ser más respetuosa por un lado, y por supuesto ser atendida cuando así sea necesario, pero sobre todo entenderla en el contexto de reforzar que aquello que no está relacionado con la experiencia dolorosa siga sin estarlo. ¿te duele el dedo porque ayer lo chafaste en un cajón? Vaya, mala suerte, aplíquese analgesia si no lo lleva muy bien, pero sobre todo aseguremos que el resto de dedos y la muñeca mantengan su función indolora. Que su sistema nervioso central no decida reunir toda la información somatosensorial en el mismo pack neuronal asociado a dolor y abrir la puerta a otros mecanismos del dolor menos útiles y comprensibles como la nocicepción.
Y, muy posiblemente, explicar todo esto al paciente no estaría mal. Al menos ocuparía el tiempo de la sesión que en ocasiones se dedica a ciertas explicaciones ergonómicas improbables o estructuralmente ofensivas que tan yatrogénicas han demostrado resultar.

Referencias

Moseley, G. L., & Vlaeyen, J. W. (2015). Beyond nociception: the imprecision hypothesis of chronic pain. Pain156(1), 35-38.

 

Carlos López Cubas es fisioterapeuta clínico en el centro Osteon Alaquàs y profesor asociado de la Universitat de València. Miembro fundador de la SEFID. El escaso tiempo que no está trabajando lo dedica a su familia y a mover las piernas muy rápido.