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Fisioterapia y dolor: Primum non noce(be)re

6 de septiembre de 2019

Hay dos contextos en los que aparece el dolor: con daño que lo explica y justifica biológicamente y sin daño.

En el contexto de daño lo que procede es ocuparse de ese daño y colaborar con el organismo en la restitución funcional de la zona dañada. El dolor no genera mayor problema, si se identifica el daño y se protege el proceso de regeneración de los tejidos dañados. El reposo y los fármacos son eficaces en el alivio sintomático.

El problema surge cuando el dolor no se asocia a un evento de daño en la zona que duele.

No hay tejidos que proteger y recuperar. La intervención profesional debiera centrarse en disolver un estado de alerta-protección innecesario, mortificador e invalidante.

Todo indica que no es así, en muchos casos.

Se da por sentado que el dolor es la expresión de una patología, bien sea en los tejidos (contractura, distensión, sobrecarga, malposición, desgaste), en la Psicología del individuo (ansiedad, desánimo, catastrofismo) o en el modo como el paciente con dolor es tratado socialmente.

Las etiquetas “diagnósticas” (migraña, fibromialgia, dolor crónico, fascitis plantar, artrosis…) solventan falazmente la cuestión del origen del dolor (falacia nominal).

 

¿Qué puede hacer o hace la Fisioterapia para aliviar el dolor, cuando no existe un daño que lo explique y justifique?

Lo más habitual es que se invoque alguna deficiencia o patología estructural o funcional en la zona doliente y se proceda a disolver esa patología con intervenciones manuales o programas de ejercicio o higiene postural.

Es el individuo el que ha generado el problema. No gestiona debidamente un aparato locomotor vulnerable. Necesita una escolarización en conducta motora saludable. Hay que sentarse bien, coger pesos de un modo determinado, proteger la zona doliente con una buena faja muscular, recibir masajes que mejoran la condición metabólica de los tejidos, disolver puntos dolorosos y contracturas y proponer un programa de ejercicios terapéuticos.

Esta es la práctica dominante en Fisioterapia.

Puede que no sea lo que deba hacerse o, incluso, que ese afrontamiento forme parte del problema dramático del dolor crónico.

Puede que los fisioterapeutas estén generando más dolor que el que resuelven.

Puede que estemos en un momento crucial de cambio de paradigmas.

Puede que los tejidos estén razonablemente sanos, pero la red neuronal los evalúe como frágiles y active innecesariamente estados de alerta-protección.

Puede que los fisios tengan que contradecir lo que otros profesionales (incluidos otros fisios) proponen y convencer a los pacientes de que no hay ningún motivo tisular para que duela, sino que todo se cuece en la red evaluativa, en lo que esa red aprende según las creencias y expectativas que los expertos (incluidos los fisios) dan por ciertas, aunque puede que no lo sean.

La cuestión es:

¿Qué pueden hacer los fisios para dejar de formar parte del problema y empezar a formar parte de la solución?

Primum non nocebere

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El Congreso de la SEFID en Zaragoza es una buena oportunidad para tomar conciencia del problema.

 

Arturo Goicoechea es jefe de Sección de Neurología del Hospital Santiago de Vitoria (Álava). Miembro de la junta directiva de SEFID. Lleva años trabajando con grupos de pacientes con migrañas y fibromialgia en pedagogía del dolor. De mayor quiere ser como Thelonius Monk.