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El acceso a la conciencia y la Educación en Biología

28 de junio de 2018

En el organismo no hay más que células y espacio extracelular. La actividad celular, integrada en el hábitat extracelular, es continua, compleja y absolutamente inconsciente. Cada componente hace ciegamente su trabajo, influido por un complejo flujo bidireccional de señales, mensajeros.

En cada contenido de la conciencia, en cada percepción, cognición, emoción o acción, existe una actividad celular que la soporta y hace posible, pero es absolutamente opaca para el individuo y para el propio organismo.

Al percibir dolor en un lugar, momento y contexto, no recibimos un informe adicional que nos permita conocer el sustrato de actividad celular que lo ha generado.

El dolor percibido en la zona lumbar no permite conocer al individuo el estado de los tejidos y, por tanto, afirmar que algo patológico está sucediendo. Ni siquiera el propio organismo sabe lo que pasa. No tiene información que le permita evaluar la salida a la conciencia del sentimiento doloroso, en un momento, lugar y circunstancia. Duele. Eso es todo. Ni el individuo, ni sus tejidos, ni su red neuronal, responsable de que aflore en la conciencia el dolor, pueden saber por qué ha aflorado ese dolor.

A través de la cultura experta, del conocimiento adquirido con nuevas tecnologías capaces de desvelar la intimidad de la actividad celular, podemos proponer una o varias hipótesis causales, más o menos plausibles, entre la patología potencialmente responsable y el dolor.

Cada organismo dispone de una gama de causalidades potenciales conocidas, aplicables a cada evento de dolor. Estas causalidades las provee el instructor experto, entrenado para ofrecer explicaciones causales a esos eventos, con su pericia clínica y el apoyo de tecnologías que analizan la zona dolorida.

Dado un efecto (por ejemplo, el dolor), existe una amplia gama de causalidades potenciales. Una de ellas se impondrá por ser más probable y/o más relevante y sobre esa hipótesis ganadora operará ciegamente el sistema, guiándose de la información procedente de los tejidos y de la salida a la conciencia de la variable “dolor”.

Los contenidos de la conciencia informan del estado ganador del sistema en el proceso evaluativo (coste/beneficio) continuo que mira por la supervivencia física y social del individuo.

En cada estado “dolor”, en un momento, lugar y escenario, el organismo selecciona una hipótesis causal entre la distribución de causas potenciales conocidas, aprendidas, facilitadas por el instructor experto.

En el dolor lumbar asociado al movimiento, el paciente y, quizás el profesional, seleccionarán una hipótesis mecanicista (huesos que rozan, nervios pinzados, contracturas…) entre varias posibles. Muchas veces la distribución de causas contiene simples etiquetas (migraña para la cabeza, fibromialgia para el dolor generalizado, artrosis para el dolor raquídeo…) que no informan sobre la causalidad.

El objetivo de la Educación en Biología Neuroinmune es el de ampliar la distribución de hipótesis causales y habilitar al organismo y al individuo consciente la consideración causal del error evaluativo: simplemente, el sistema neuroinmune ha evaluado erróneamente una amenaza en un momento, lugar y circunstancia y ese error se ha proyectado en la conciencia en forma de “dolor”, con su estado de conectividad correspondiente.

El Sistema Neuroinmune no detecta el error y, por tanto, no puede corregirlo. Es más, el afloramiento del dolor en la conciencia valida el estado evaluativo que lo ha generado (sesgo de confirmación).

En los cursos explicamos a los alumnos la hipótesis causal del error evaluativo para que figure en la distribución de causas potenciales a considerar.

A la vez que presentamos la hipótesis evaluativa ofrecemos argumentos que disuelvan hipótesis erróneas (o, al menos, potencialmente erróneas).

Por ejemplo: la hipótesis causal de una arteria dilatada con una pared inflamada en el dolor migrañoso es falsa. El dolor es rítmico pero no pulsátil.

Incorporamos la consideración del sistema de recompensa, el efecto nocebo, el poder de la imaginación, el conocimiento de los nociceptores y otros muchos activos conceptuales que nos permiten acercarnos a saber qué puede estar sucediendo (hipótesis causales) allá donde y cuando duele.

En mi opinión siempre está justificada la educación en Biología Neuroinmune ya que de otro modo la distribución de causas potenciales a considerar por el organismo (incluido el padeciente consciente) no contará con la hipótesis plausible del error de evaluación, una vez descartado el daño que justifica la proyección de la cualidad dolor en la conciencia.

No existe la “no educación en Biología Neuroinmune”

No existe el “no aprendizaje” en Biología.

La actividad biológica es plástica.

La actividad Neuroinmune está modulada por la información experta.

La distribución de causas potenciales, dado un dolor concreto, la provee el instructor experto.

Existe un umbral de acceso a la conciencia. El proceso evaluativo continuo fluye y fluctúa, y según el nivel de probabilidad y relevancia, genera el estado consciente y sus contenidos.

El equilibrio, la competición por seleccionar una hipótesis causal, debe contener la propuesta del error evaluativo. De otro modo se facilita la cronificación del resto de hipótesis de la distribución. Ganará la que tenga mejor sanción social (placebo) o resulte la más catastrofista (“el error menos costoso”).

Duele. ¿Existe un daño que justifique biológicamente ese estado evaluativo?

No. Luego la hipótesis causal más probable y saludable es la del error evaluativo. Habrá que detectarlo y corregirlo.

Educación en Biología Neuroinmune y exposición a la actividad penalizada por ese error.

Cuestiones previas:

¿Qué evidencia tienen las propuestas causales?

Quién instruye a los instructores?

¿Práctica basada en la evidencia clínica?

¿Información basada en el conocimiento de los procesos celulares?

Sólo hay células y hábitat extracelular. La cultura forma parte de ese hábitat extracelular.

Arturo Goicoechea es jefe de Sección de Neurología del Hospital Santiago de Vitoria (Álava). Miembro de la junta directiva de SEFID. Lleva años trabajando con grupos de pacientes con migrañas y fibromialgia en pedagogía del dolor. Muchos esperamos el regreso a los escenarios de “Los Banzos”.